Hace un año el papa Francisco nos regalaba una hermosa carta en la que nos invitaba a recuperar la tradición navideña de poner el Belén allí donde estemos (en casa, en el trabajo, en el colegio…) y contemplar en él el auténtico significado de la Navidad. Contemplar el nacimiento de Jesús.

Montar el Belén es una tarea que, si nos la tomamos en serio, puede ayudarnos a preparar muy bien nuestro interior para la Navidad. Podríamos convertir esta tarea en un momento de encuentro familiar, de recuerdos, de diálogo entre nosotros y de oración.

Cuatro semanas, cuatro momentos

Una forma de ir preparando el nacimiento de Jesús podría consistir en programar durante las cuatro semanas de Adviento la construcción del Belén en un espacio bien visible. Fijar un día y una hora, a lo largo de cada semana, en la que nos encontremos y vayamos poniendo los distintos elementos del Belén.

 

Durante la primera semana de Adviento podemos poner el escenario: montes, río, camino, casas, puentes y una cueva donde pondremos el nacimiento. Representa todo aquello que nos recuerda que nuestra vida se vive en lugares concretos, que hemos nacido y vivido en paisajes llenos de recuerdos, en espacios donde trabajamos, jugamos, descansamos y amamos. Como Jesús, que también nació y creció en un pueblo concreto, en un país y un espacio donde fue dejando sus huellas y por donde fue recorriendo caminos amando.

 

Durante la segunda semana podemos poner los pastores, la lavandera, el panadero y los animales. Son las personas que trabajan y conviven a nuestro alrededor. Vecinos, compañeros de clase o de trabajo, familiares, la gente de las tiendas donde compramos. Personas que, como los pastores de Belén, esperaban de noche, en medio de su trabajo, una Buena Noticia. Jesús fue la Buena Noticia para todos ellos y puede serlo también para nosotros. ¿Lo esperamos cada día en medio de nuestras tareas?

 

Van pasando los días y hemos llegado a la tercera semana. En nuestro portal de Belén pueden aparecer ya las estrellas llenando todo cielo y una estrella más grande señalando la cueva que pusimos la primera semana. Jesús nació de noche, en lo escondido, porque vino a iluminar nuestras vidas. Al poner las estrellas, podemos pensar en las personas que nos dan luz en nuestra vida, aquellas que nos han iluminado en tiempos oscuros y difíciles. También en aquellas que nos han enseñado quién es Jesús y dónde encontrarlo.

 

La cuarta semana de Adviento la hemos reservado para dos figuras muy importantes: José y María. Dos jóvenes que han recibido la misión más importante del mundo: acoger, dar a luz y proteger la vida del Hijo de Dios. Cada uno de nosotros tenemos una misión en nuestra vida. Misiones grandes o pequeñas, pero en todas ellas Dios nos pide que llevemos a su hijo Jesús allí donde estemos.

¡Terminemos ya nuestro portal de Belén! ¡Llega la noche del veinticuatro de diciembre! Hagamos silencio, contemplemos toda la escena y pongamos, por fin, al que da sentido a todo, al protagonista y, a la vez, al más pequeño: el Niño Jesús.

Sigamos en silencio y contemplemos la ternura de Dios. Y después, no paremos de cantar villancicos. Convirtamos nuestro portal de Belén en fiesta. ¡Feliz Navidad!

 

 

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