Bienaventurados los limpios de corazón.

Los limpios de corazón o de corazón puro no tienen nada que temer, ni de lo que arrepentirse. Sus conciencias pueden estar tranquilas y, como solemos decir, pueden dormir tranquilamente sin remordimientos. Son personas tan transparentes, auténticas, sin rincones falsos que Jesús afirma que ellos son así porque ven a Dios. Podríamos añadir, con permiso, que en ellos se trasparenta Dios.

María ve a Dios en su seno; en su embarazo problemático antes los ojos de sus vecinos; ve a Dios realizando en su alma grandes maravillas; ve a Dios en Caná actuando a través de su hijo; ve a Dios orando con la primera comunidad de discípulos después de la Resurrección de Jesús.

Muchas veces afirmamos que deseamos ver a Dios. No basta con abrir los ojos, hay que limpiar profunda e intensamente el corazón.

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