La quinta bienaventuranza de Jesús de Nazaret dice así: Bienaventurados los misericordiosos.
Imagen: María de Nazaret, la joven madre de Dios (Javier Carabaño)
El rostro de Dios lo encontramos en cada hermano y cada hermana. Amar al hermano es una forma de verificar nuestro amor a Dios. Cada ser humano es Dios que se hace visible para pedirnos su amor.
Dios es tierno como una madre, tiene muchas entrañas de madre, su amor es infinitamente misericordioso.
María fue la mujer elegida por Dios para manifestar su ternura y misericordia, su entrega y capacidad de sacrificio. En María brilla el rostro materno de Dios, el reflejo de su misericordia. En las entrañas de María se gestó el rostro misericordioso de Jesús de Nazaret y en su hogar se educó en el servicio.
¿Veo el rostro de Dios en quienes me rodean? ¿En qué medida amo a Dios en mis hermanos y hermanas?
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