(Fragmento del artículo de Merche Crespo: ¿Por qué se instalan belenes en las cumbres de las montañas? en Aleteia)

Con esa idea de sembrar un tono religioso-navideño en la montaña, en algunos lugares nació la tradición a mediados del siglo XX, de la Navidad montañera o como se le llama en algunas zonas del norte de España (Asturias y León), Belén de cumbres.

Diferentes grupos excursionistas, parroquias, familias o grupos de amigos organizan una de sus salidas para montar un belén, cantar villancicos y completarla con una copa de cava e intercambio de turrones y dulces típicos.

La meta son los abundantes picos y alturas del país, a veces, con dificultades en la escalada, pero normalmente en medio de hermosas panorámicas que invitan a disfrutar de la naturaleza.

Este acto posee, además, varios significados simbólicos: es la colocación del “belén más cerca del cielo”, el que más se aproxima a “dar gloria de Dios en las alturas” y a un versículo del salmo: “Montes y cumbres, bendecid al Señor”.

El belén conserva desde su origen múltiples valores: es la manifestación del amor divino a los hombres; en segundo lugar, santifica el lugar donde se coloca, sea en la soledad de la montaña, en un salón familiar, en la iglesia, en la calle o en un escaparate…; y en tercer lugar, su montaje es un momento para celebrar popularmente la alegría propia de la Navidad.

El Belén de cumbres o Belén montañero cumple estos tres valores y aspectos, pero también algún otro que le convierte en más especial: es el belén que pasa la Navidad en la mayor soledad; lleva una construcción sencilla, modesta, humilde (suele estar hecho de madera o barro); y es el menos visitado, a no ser que pase por allí algún montañero.

Así comenzó esta tradición

El montaje del belén de cumbres comenzó en la década de los años cuarenta y cincuenta. En el caso de Asturias, un pequeño grupo de diez montañeros asturianos tuvo la iniciativa y el ánimo de colocar un nacimiento en la cumbre de Peña Ubiña, a 2.200 metros de altitud.

Allí encontraron una cueva al abrigo para ambientarlo y que el pesebre estuviera protegido; fue conmovedor para los diez montañeros, buenos y probados escaladores, ya que ascendieron en medio de dificultades por el peligro de una nevada; pero ni tiempo ni el ambiente adverso los amedrentaron.

En este primer belén asturiano se procuró que no faltase ninguna de las piezas fundamentales: San José, María, el Niño y los Reyes Magos.

Esta fue, quizás, la primera aventura del belén de cumbres, pero a finales de la década de los sesenta fueron más grupos montañeros los que se unieron a esta idea en diferentes zonas de España, donde existen grupos que este año celebran más de 50 años ascendiendo el belén a la cima de alguna montaña emblemática.

 

 

Ideas muy originales

Con frecuencia se organiza en lugares accesibles para que puedan asistir incluso familias con niños pequeños o gente de mayor edad. En pleno siglo XXI esta fiesta de montar el belén se encuentra en su apogeo.

Normalmente se instala el belén debajo de una pequeña oquedad o entrante que hace la roca, para que quede resguardado, simulando casi a la perfección la cuevita donde san José, la Virgen María, el Niño Jesús y la mula y el buey se cobijaron y donde tuvo lugar el nacimiento del Salvador.

En muchas ocasiones el belén va acompañado de un cartel deseando unas felices fiestas a los muchos montañeros que suben al bello paraje.

El belén normalmente permanece en la cumbre hasta el día 7 de enero, cuando es retirado. Pero en ocasiones los belenes quedan en la cima de alguna montaña de forma permanente.

Esta ascensión tan especial tiene lugar el domingo anterior a la Nochebuena o antes del solsticio de invierno y cada club de montaña elige «su» cumbre para poner su correspondiente belén.

En Cataluña está costumbre está muy enraizada y picos como el Pedraforca, La Mola o el Matagalls tienen una larga tradición en estos “pesebres de montaña” o “Caminos del pesebre”, como se les llama en esta zona.

Pero estos belenes tan especiales llegan hasta cumbres tan altas como el Aneto, el Mulhacén, o incluso el Teide, en Canarias. De hecho en esa montaña, el 21 de diciembre de 2014, un grupo de montañeros canarios colocaron el belén más alto de Europa a 3.718 metros. Era un belén italiano de chocolate bendecido por el papa Francisco.

Tras ocho siglos de historia y tradición, cuando en la Navidad de 1223 san Francisco de Asís llevara a cabo en la montaña de Greccio una representación del nacimiento de Dios, los belenes siguen estando presentes, vivos y perfectamente consolidados en el ambiente.

Mantengamos viva esta tradición, subamos a los montes y, en cada cumbre, durante este tiempo de Navidad, pongamos un sencillo Belén, aunque sea en fotografía.

¡Feliz Navidad!

 

 

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