No es fácil ponerse a rezar en casa, ya que estamos varias personas y cada una a su ritmo. Por eso es importante aceptar que hay ruidos y no darles ningún protagonismo ni importancia. Tú sigue tu camino, concéntrate y que los ruidos te ayuden a orar, que cada ruido te recuerde a alguien o a algo a quien llevar a tu oración. Aquí te proponemos un vídeo que ilustra muy bien lo inútil que es luchar contra las distracciones y a continuación una sesión de oración: El samurai y la mosca
Despejar ruidos I
“Dios dijo a Elías en el monte Horeb: ¡Sal, pues el Señor va a pasar! Vino un huracán violento, y luego un terremoto, y un fuego inmenso… pero no estaba en ellos el Señor. Pasó después una brisa suave, una voz silenciosa, y al sentirla, Elías oyó al Señor”
(1Reyes 19, 11-13)
Aprende
¿Conoces la película El gran silencio?
Si eres capaz de verla y disfrutar… es que eres una persona hecha para la vida tranquila y silenciosa. O por lo menos… una persona que no está atrapada por la prisa y la necesidad de ruidos, música y palabras que le rodeen.
Hacer silencio no es fácil. Más que nada porque muchas veces no depende de nosotros. Sino que los ruidos vienen de fuera y del ritmo de vida. Nuestra cultura está generando mucha inquietud, mucho estrés, aceleración, angustia, frustración… Todo eso también es ruido y un clima que no permite vivir con tranquilidad y en calma.
El silencio, por tanto, es un gran tesoro por descubrir. Un tesoro muy oculto pero importantísimo. Es tan importante, que en el camino de oración, si sólo aprendieras a dar este paso… ¡ya has realizado mucho camino!
El silencio por sí solo ya es suficiente, porque vivir el silencio transforma la vida, nuestra relación con los demás y nuestra relación con Dios.
Practica
– Ve al sitio que elegiste ayer. Recuerda que el espacio es importante. ¡Elige bien o prepáralo bien!
– Relájate respirando tranquilamente, mirando a tu alrededor y cerrando los ojos.
– Ponte en una postura cómoda y respira con calma y con facilidad.
– Una vez te hayas colocado en tu sitio, evita hacer ruidos con tu cuerpo. Deja el móvil a un lado, no tengas nada en los bolsillos.
– Presta atención a los ruidos que hay alrededor. Son ruidos que están fuera de ti. Ruidos lejanos como los de la calle, la ciudad y los coches… O ruidos cercanos como la tele, los pasos de alguien, alguna voz…
– Descubre si esos sonidos son agradables o no.
– Pon atención sobre los que te agradan. Reconoce de dónde vienen o quién los provoca desde donde estás… Piensa en ellos con cariño… Acepta los límites de los demás, reconoce que ellos ahora llevan otro ritmo
– Poco a poco vete concentrando sobre ti. Tus latidos, tu respiración.
– Piensa en cada persona que hay en tu casa y dile a Dios: gracias por…. (y di su nombre)
– Intenta desconectar de todo… siente el silencio.
– Da gracias a Dios por este momento.
Medita estas palabras:
“El fruto del silencio es la oración
El fruto de la oración es la fe
El fruto de la fe es el amor
El fruto del amor es el servicio
El fruto del servicio es la paz”
(Teresa de Calcuta)
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