Si estos días estás en casa y descubres que ahora tienes tiempo para lo que nunca tienes tiempo…. habrás descubierto que por fin tienes tiempo para orar. Así que te proponemos a lo largo de estos días unos recursos muy sencillos para comenzar a rezar en tu propia casa. ¡Empezamos!

Crear el ambiente

“Tú, en cambio, cuando quieras rezar, métete en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu Padre, en lo escondido; y tu Padre, que mira donde nadie mira, te recompensará” (Mateo 6,6)

Aprende

Para empezar a rezar necesitamos un ambiente que ayude. Por su belleza, por su tranquilidad, por el orden y comodidad…

Es cierto que en casa no tenemos una puesta de sol preciosa todos los días ni unas olas o acantilados impresionantes. Pero algo podemos hacer.

Ante todo preocúpate por cuidar el ambiente en el que vas a realizar tu momento de oración.

Elige bien el sitio. Un espacio donde no te vayan a interrumpir. Que tenga ventilación y luz apropiadas. Una temperatura adecuada para evitar preocupaciones. Y lo más alejado de ruidos o gente que pueda molestarte. Limpia y recoge un lugar de la casa donde puedas rezar a solas o con más  gente sin molestaros.

Ordena el cuarto o la sala. Despeja un rinconcito o la mesa. Y pon algo que te ayude a diferenciar ese espacio y ese momento. Algo que te ayude a centrarte enseguida: una vela encendida, un paño bonito, una Biblia abierta, un Crucifijo, una imagen especial, un icono…

Si te es posible, puedes acompañar el momento con una música relajada. Pero que sea únicamente instrumental y tranquila. Que no tenga muchos cambios de ritmo o de volumen y que no tenga letra que te pueda desconcentrar. ¡Pero que no sea tan relajante que te duerma!

Si vas a sentarte, elige una silla cómoda que no te oprima la espalda. O si es en el suelo, una postura que en la que no estés en tensión. Si te tumbas… corres el riesgo de dormirte.

Practica

Recorre la casa: por dentro, por fuera… No dejes ningún rincón por recorrer. Tu casa es un lugar de oración. No necesitas un monasterio.

Recórrela con cariño pensando en los buenos momentos vividos en cada espacio de la casa. Mira desde la ventana de cada cuarto. ¡Las vistas desde cada rincón!

Piensa en cada sitio y escribe:

¿Me puedo concentrar en este sitio?

¿Me ayudaría este sitio a empezar un momento de tranquilidad, a concentrarme y a orar? ¿Por qué?

¿En qué me ayudaría? ¿En qué me distraería?

Después de recorrer cada sitio y evaluarlo… ¡Elige! Escribe por qué has elegido este sitio. Qué ventajas tiene respecto a otros. En qué te ayuda. Qué te dice personalmente. ¿Ves algún riesgo en él?

Ahora… vete y quédate un rato en el sitio que has elegido. Intenta concentrarte. Adopta una postura cómoda, pero no tumbándote.

Cierra los ojos y respira.

Lee despacio y atentamente estas palabras:

“Tú, en cambio, cuando quieras rezar, métete en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu Padre, en lo escondido; y tu Padre, que mira donde nadie mira, te recompensará” (Mateo 6,6)

Respira hondo y con tranquilidad durante largo rato. Al inspirar, entra dentro de ti con el aire que inspiras. Al expulsarlo, lentamente, di suavemente esta palabra: ¡Padre!

Quédate un rato y da gracias por este momento.

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